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jueves, 15 de noviembre de 2007

Cuatro paredes no encierran a Dios


Existe cierta clase de pensamientos colectivos, que se van transmitiendo de generación en generación, y que tienen una influencia transparente a simple vista, pero que en el fondo ejercen una tendencia que nos condiciona a pensar o a sentir de determinada manera.

Específicamente, me gustaría abordar la tendencia a pensar que Dios solo habita dentro de una iglesia. Cuando hablo de iglesia me refiero a edificios o construcciones humanas.

Creo que por cuestiones relativas a la religiosidad, tradicionalismo, cultura, etc, etc, son muchos los que tiene fuertemente arraigado este concepto, que Dios solo habita o puede tener comunión con el hombre dentro de las cuatro paredes de una iglesia.

Pareciera que ellas tendrían algún componente distinto, que hace que puedan contener a Dios allí adentro. Hay muchos que al entrar se sienten condicionados, y hasta cambian su manera de actuar, porque pareciera que se encuentran expuestos delante de Dios de una manera diferente allí que en otro lugar. Estoy seguro que muchas personas no podrían actuar de la misma manera adentro que afuera, porque este pensamiento aceptado por la sociedad hace pensar en que allí adentro estamos expuestos en demasía ante Dios, en mucha mayor manera que en otro lugar, como que si la mirada de Dios se limita a esos perímetros.

Hace un tiempo, vi pasar a alguien por delante de una iglesia, y mientras continuaba su camino, asumo que por una cuestión de tradición o cierta formación religiosa, realizó la acción de persignarse, es una costumbre que consiste en hacer una seña con las manos sobre el rostro cada vez que se cruza por delante de una de ellas. No es mi intención hacer ningún juicio de valor sobre estas costumbres, ni mucho menos, solo reflexionar acerca de la idea ya casi social que Dios solo habita dentro de las cuatro paredes de una iglesia.

Y que acciones como esta, u otras solo son una consecuencia de esta estructura de pensamiento que limita a Dios a solo un pequeño espacio reducido.

Por supuesto que no estoy diciendo que ellas no puedan ser una herramienta que Dios usa para relacionarse con las personas, pero al mismo tiempo no creo que su valor esté en su mobiliario, paredes, muebles, etc, etc, sino que su real riqueza son las personas que allí llegan con un deseo sincero de comunión con Dios.

Pero en contraposición con este pensamiento, leyendo y analizando un poco la historia, acerca de la vida de Jesús, comencé a notar el poco uso que Jesús hizo respecto de los templos de su época para acercarse a las personas. El no tuvo una actitud de encerrarse dentro de una sinagoga, esperando que las gentes fueran a su encuentro, sino que al contrario, El salió a las búsquedas de las personas en la calle.

Allí afuera sanó a los enfermos, transitó los caminos donde había necesidad, trayendo libertad espiritual y física. Sus plataformas de predicación no eran púlpitos de madera, sino barcas a la orilla del mar, que hacían que sus mensajes pudieran ser escuchados por cientos.

En las calles hizo los milagros, multiplicó los panes y los peces para que miles puedan comer. A sus amigos, algunos de los cuales luego le fallaran y le traicionaran, los fue a buscar en las calles, y los llamó a ser pescadores de hombres.

Por donde Jesús anduvo hubo arrepentimiento, salvación, restauración, sanidades y muchos milagros. Pero no se encerró dentro de cuatro paredes, sino que vino con un propósito claro y definido, salir al encuentro de las personas para transformarlas y darles una vida en abundancia.

Al ver solo un poco de como Jesús se movió por esta tierra, puedo darme cuenta que Dios es alguien dispuesto a impactar en las calles, en las afueras, y no solo dentro de un recinto. Más que cuatro paredes cerradas Jesús se identificó con una puerta:

Dijo Jesús:

“Yo soy la puerta; el que por mi entrare, será salvo; y entrará, y saldrá y hallará pastos.”

Recuerdo la letra de una canción que dice: En las calles los sanó, en las calles los buscó, por las calles su mirada va.

Hoy la mirada de Jesús esta sobre tu vida, y no está esperando que únicamente entres a una iglesia para relacionarte contigo, esta buscándote para cambiar tu vida de una manera desesperada, tan desesperada es, que hasta podría usar este sencillo escrito para hablarte, no porque tenga nada en especial, sino porque esta basado en sus palabras.

Una vez más, Jesús hoy está saliendo a las calles para buscarte, y nuevamente, esta vigente la invitación de Jesús que te dice:

Yo soy la puerta, entra, y encontraras la vida eterna, paz y restauración para tu vida.

Una puerta que jamás te llevará al encierro, sino a la libertad total.

Autor: Fabio Miguel Pereyra

http://reflexionesbreves.blogspot.com

Sus palabras: San Juan 10:9

jueves, 1 de noviembre de 2007

Escapa de tu cárcel


Hace ya algunos días leía un post sobre la dificultad que a veces los seres humanos tenemos para disfrutar de la felicidad presente, como que siempre viviéramos poniendo demasiada ansiedad sobre las situaciones del futuro, pensando en lo felices que seremos cuando encontremos determinado trabajo, pero cuando lo alcanzamos pensamos en lo felices que seremos cuando podamos tener un mejor puesto, o cuando estamos de novios pensamos en lo felices que seremos cuando estemos casados, y cuando estamos casados pensamos en lo felices que seremos cuando tengamos hijos, etc, etc.

Si bien la ambición sana por motivos nobles es algo positivo, a veces el siempre pensar en la felicidad del futuro no nos permite disfrutar la felicidad del presente.

Aunque comparto totalmente la idea del post que leía, hay otros factores que también condicionan el no poder disfrutar de la felicidad presente.

Las circunstancias adversas, situaciones que no podemos manejar, derivan en la creación de un gran problema que nos agobia, guiándonos hacia el terreno de la crisis, donde lo único realmente importante es “nuestro gran problema”, haciendo una práctica imposible el poder disfrutar de las otras situaciones positivas. Es que la crisis primero se encarga de cegarnos, teniendo la capacidad de hacernos creer que lo único importante sea solo ese problema, de a poco nos va encerrando, ocupando el cien por ciento de nuestros pensamientos, condicionándonos y llegando al punto tal que lo único que existe en el mundo es “nuestro problema y nosotros”. En definitiva los problemas nos van acorralando, hasta convertirnos en esclavos de ellas, ya no somos libres, sino presos de una circunstancia, viviendo dentro de una cárcel llamada “crisis”.

Esto me recordó el pasaje bíblico donde Pablo y Silas fueron encarcelados.

En resumen dice:

“Después de haber azotado mucho a Pablo y Silas, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad, el cual, recibiendo este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo.

Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban canciones a Dios, y los demás presos le oían.

Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían, y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron”

Noto como ellos fueron azotados físicamente y luego echados en el calabozo más profundo, no creo que haya sido ninguna situación agradable el ser golpeados físicamente, hasta casi puedo imaginar ese calabozo, bien profundo, húmedo, sucio, sin luz, seguramente hasta ratas habría allí, y como si esto fuera poco ellos tenían cepos en sus pies.

Imagínate por un momento la situación que Pablo y Silas estaban viviendo, una circunstancia muy adversa, donde la mayoría de nosotros lo único que podría hacer es deprimirse y llorar. Sin embargo no se dejaron condicionar por su circunstancia, ellos sabían que tenían un arma muy poderosa, sabían en quién habían depositado su confianza, habían comprendido de verdad que para Dios no hay nada imposible.

Entonces en medio de su dolor, dentro de su cárcel comenzaron a cantar y a rezar a Dios, sabiendo que sus oraciones eran escuchadas, comprendiendo que la oración de justo puedo mucho. Seguramente los presos que los escuchaban pensaban que estaban locos, ¿Quién puede cantar en esa situación?, pero al margen de las apreciaciones ajenas sabían en quien estaban confiando, un Dios más poderos que cualquier cárcel o cualquier crisis. De repente la cárcel que los encerraba milagrosamente se abrió y los cepos que los ataban fueron desvanecidos.

Quizás hoy te esté azotando tu dolor, te encuentres encarcelado por tu crisis, pero tienes al alcance de tu mano una herramienta muy poderosa, capaz de librarte de tu cárcel, y esa es la fe en Jesucristo, el hijo de Dios que quiere abrir las puertas de tu cárcel y hacerte libre. No permitas que la situación te ahogue, Jesús esta con su oído intacto, esperando escuchar el clamor de sus hijos, cree en el poder de Dios más allá de tu situación.

Sucederá que Jesús te dará libertad, y te guiará para resolver tu crisis, llevándote hacia terrenos fértiles y de paz.

Hoy es tiempo de poner fé en Jesús, un Dios capaz de oír tu oración y cambiar tu cárcel en un lugar de pastos verdes.

No te dejes condicionar, utiliza ese recurso bendito llamado oración y veras como toda tormenta es aquietada en el nombre de Jesús.

¡Un Dios que se especializa en situaciones imposibles!

Cree en Jesús y pronto escucharás ese estruendo que te recordará que ninguna cárcel es mayor que El hijo de Dios, y que hay poder en el nombre de Dios.


Autor: Fabio Miguel Pereyra

http://reflexionesbreves.blogspot.com/

Bases de autor: Hechos 16: 23 al 26